martes, 4 de septiembre de 2012

A Un Año de la Tragedia en el Casino Royale, Deudos Exclaman: ¡No Debieron Morir!


Monterrey, Nvo. León.– Los deudos de las 52 personas que perdieron la vida en el atentado contra el Casino Royale transformaron la barda perimetral del otrora centro de apuestas en un enorme altar donde el dolor y el llanto se fundieron para conmemorar el primer aniversario de la tragedia que conmovió a la sociedad regiomontana.

Tras una procesión de 300 metros por la avenida San Jerónimo, el contingente de aproximadamente 200 personas, entre niños, jóvenes y adultos, los restos del Casino Royale se convirtieron en punto de reunión para rendir tributo a quienes les fue arrebatada la vida en medio del humo causado por el incendio premeditado de las instalaciones.

Con flores, imágenes religiosas y fotografías enmarcadas, los familiares improvisaron pequeños altares bajo las 52 cruces que desde hace varios meses se alzan en el exterior del inmueble siniestrado, como vívido recuerdo del dolor y el coraje por el olvido de las autoridades federales, y la lentitud de los procesos para sentenciar a por lo menos 17 detenidos, sujetos a proceso por la masacre del pasado 25 de agosto del 2011.

El llanto corrió a través de los rostros de los asistentes, quienes han formado una gran familia en medio de la tragedia y el drama personal. En esta ocasión, fueron acompañados por organizaciones civiles que colaboraron en la organización del evento, así como el montaje de bordados con los 52 nombres de las víctimas, al tiempo que se leían a  través del micrófono  la frase: "¡No debieron morir!"

"Los caminos de la vida, no son como imaginaba...", se escuchaba como fondo musical, el acordeón producía lastimeros acordes que acentuaban el dolor en el ambiente, mientras los oficiales de tránsito hacían el esfuerzo por desahogar los carriles de ambos sentidos de la avenida San Jerónimo, donde decenas de curiosos paraban la marcha de sus vehículos, para observar a la distancia, como testigos indolentes de una tragedia que pudo ocurrirle a cualquiera.

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